Cuando planeamos un viaje, nos gusta pensar que seremos viajeros y no turistas.
El viajero no tiene prisa por llegar a los sitios. No visita monumentos o lugares para luego exhibirlos como un trofeo. Disfruta compartiendo momentos y experiencias con las personas que va encontrando por el camino.
Cada paisaje, cada sonrisa, cada olor, cada color, enriquece al viajero y modifica su visión del mundo.
Y cuando vuelve a casa, los momentos vividos, las experiencias compartidas y todo lo aprendido hacen que su vida ya no vuelva a ser igual.
¿Por qué entonces no somos viajeros de nuestra propia vida? ¿Por qué pasamos por ella sin pararnos para disfrutar de los sonidos, de los paisajes, de las personas que encontramos en el camino?
¿Por qué sentimos que es más importante llegar que las experiencias que nos va deparando el camino?
¿Por qué sólo nos sentimos orgullosos de lo que hemos conseguido y no de cada paso que nos ha llevado hasta allí?
Nuestra vida es el viaje más apasionante que emprenderemos jamás y sin embargo, en muchas ocasiones, en demasiadas ocasiones, nos comportamos como turistas y no como viajeros.
Desaprovechamos o no valoramos lo que el camino nos va presentando y nos afanamos por llegar más lejos, más rápido, por conseguir más cosas….sin darnos cuenta de que la felicidad muchas veces, la mayoría de las veces, está en los pequeños pasos que vamos dando para dirigirnos a nuestro destino.
¿Cuándo dejaremos de ser turistas en el viaje de la vida?
Belén Goyache País Colaboradora Educacoach |
Thas is the question! Muy buena la reflexión, muchos, muchos días me lo digo a mi misma pero luego uno se mete de lleno en las obligaciones que solito se ha impuesto y se olvida. Creo que por eso disfruto tanto con los viajes, porque es cuando de verdad me permito ser viajera. Ahora el reto es ser viajera cada día. Un beso y gracias!