En esta grandiosa universidad que resulta ser nuestra propia vida, pocos aspectos de la misma ejercen más influencia y otorgan mayor poder que el tener un propósito claro de vida. Y puesto que no nacemos con ese conocimiento, nos toca descubrirlo y adquirirlo utilizando nuestras capacidades y dirigiendo nuestras acciones en esa dirección, manifestando libremente todo lo que llevamos dentro y encontrando un
significado a nuestra propia existencia
. En ese apasionante viaje por la vida iremos así mismo descubriendo y desarrollando nuestras cualidades y valores, nuestras habilidades y destrezas, conociendo y comprendiendo, aceptando y asimilando, no sólo nuestra propia realidad, sino también realidades más amplias y globales.
 


Descubrir qué se es y quién se es resultará ser el camino correcto para descubrir el propósito de vida, pudiendo incluso convertirse dicho proceso, por si mismo, en tal propósito. Y mientras no se encuentre, la propia vida será entendida como una mera sucesión de acontecimientos, con grandes dosis de caos direccional, tendiendo a hacer siempre los mínimos esfuerzos posibles para existir, o más bien subsistir, con la menor cantidad de problemas posibles. El propósito de vida puede ser interpretado pues como lo que marca la diferencia entre vivir plenamente o simplemente existir.
Amaremos lo que hagamos y eso se notará, lo que unido a ese compromiso con la excelencia nos proporcionará ese magnetismo especial que origina, entre otras cosas, el que los demás quieran relacionarse con nosotros.
Generalmente solemos descubrir nuestro propósito de vida cuando conseguimos despertar a realidades globalizadas y superiores a la propia, lo que nos conduce a definiciones y comprensiones más amplias de la vida. Y esto también se puede conseguir mediante las reacciones emocionales que se originan ante determinadas conmociones, podemos llamarlas adversidades, que hacen estremecerse todo nuestro ser, cuestionando los principios y valores sobre los que sustentamos eso que consideramos como nuestra realidad.
Para que nuestro propósito de vida nos conduzca al éxito, es necesaria la planificación y puesta en marcha de un plan de vida, la hoja de ruta que nos conducirá hasta las metas, realistas y alcanzables, hacia donde nos conducen nuestros sueños y aspiraciones.

Intentar alcanzar dichas metas sin un plan sería algo así como intentar moverse por un amplio y desconocido territorio sin un mapa. Y siempre resulta preferible y conveniente subdividir el camino hacia nuestra meta final, avanzando a pasos cortos hacia metas parciales.
De esta forma iremos incrementando nuestra confianza y seguridad, pudiendo ver con
mayor claridad y certidumbre el camino hacia la meta final.
De acuerdo con lo que escribía y enseñaba Krishnamurti, hay que comenzar muy cerca para llegar muy lejos. Comenzar por preguntas simples, actuales y poderosas, que nos hagan ser conscientes de nuestra realidad actual, tales como: ¿cómo estoy?, ¿qué está pasando en este instante?, ¿qué es lo que realmente quiero en este momento?…
En su fase inicial, parte de los procesos involucrados en el descubrimiento del sentido y propósito de nuestra propia vida se basan en el descubrimiento de cómo nos sentimos y qué emociones tenemos. Qué nos dice nuestra mente, qué vemos, qué elegimos y qué queremos hacer. Y comenzaremos por arriesgarnos a decir frases tales como:“no quiero hacer esto”, “esto lo he hecho toda la vida y siento que no va conmigo”, 
“sí quiero hacer aquello”. Inicialmente pues, de esta forma y continuando ese proceso de descubrimiento, los individuos iremos explorándonos, percibiendo, sintiendo y razonando, acerca de quienes somos en realidad, y sobre todo, lo que queremos ser. 
Y cuando hagamos lo que realmente queremos hacer, estaremos conectados directamente 
con nuestro propósito de vida.
¿Sabes cuál es tu propósito de vida?
Raquel C.
Educacoach